Col. Saga de los Aznar: Alienígenas en la Saga: desde la UFOLOGÍA (2) | |||
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Alienígenas
en la Saga: desde la UFOLOGÍA (2) Luís R. González Manso, Septiembre 2005. “Tienen brazos y piernas como nosotros y también manos, sólo que con cuatro dedos. Lo más horrible son sus cabezas. No tienen pelos y es como un huevo con el cráneo prolongado hacia atrás. Los ojos son redondos, de diámetro aproximado de una taza de té, y ligeramente saltones, como los ojos de un besugo. Pero la pupila es hendida como la de los gatos (...) Tienen la boca, sin labios, carnosa (...) La naturaleza les ha dotado de una constitución excepcionalmente apta para vivir muchos más años que nosotros y para proporcionar a su cerebro una potencia intelectual extraordinaria. Su organismo es de una simplicidad maravillosa. No tienen pulmones, no tienen corazón, su sangre es fría e incolora, su aparato digestivo rudimentario”. “Todo en los hombres grises está simplificado. Incluso su esqueleto”. “Vestían una especie de holgados monos, construidos, al parecer, de múltiples y brillantes escamas metálicas de color plateado (...) Lo extraterrestre de los hombres grises residía, principalmente, en sus caras. Tenían una frente muy amplia y abombada (...) Acrecentaba la fealdad repulsiva de esta boca la carencia total de barbilla (...) La porción de piel que podía verse de estos hombres era de un color ceniciento”. “Su sangre era un líquido incoloro y viscoso parecido a la savia de las plantas, y en cierto modo podía asegurarse que participaba más de las características del vegetal que del animal” (...) “Un ser intrínsecamente lógico para quienes todos los actos de la vida estaban ordenados por la inflexible ley del más puro pragmatismo (...). El alma del thorbod era de una aridez sin calificativos. Se trataba de un ser, ni hombre ni mujer, que ignoraba el placer sexual y no conocía el amor, ni siquiera el amor de los hijos. Frío, egoísta y calculador”. A cualquier persona familiarizada con el moderno fenómeno de las llamadas abducciones alienígenas, un escalofrío le recorre el esqueleto leyendo estas frases. Describen a la perfección, hasta en detalles poco divulgados, a esos seres que conocemos como Grises. Aún así, ello no tendría demasiada importancia sino fuese porque esta descripción tan moderna apareció publicada ¡en Diciembre de 1953! Y lo que es todavía más curioso, ¡en España! Reconstruyamos un poco el contexto ufológico de la época. Aunque hacía ya varios años que los platillos volantes surcaban aparentemente la atmósfera terrestre, no fue hasta mediados de 1950 que España sufrió la primera oleada de avistamientos, redescubierta una década más tarde por Antonio Ribera y analizada en 1972 por Vicente Juan Ballester Olmos y Carlos Orlando. De aquella oleada sólo se conocen un par de noticias periodísticas sobre avistamientos de tripulantes, pero sin descripción concreta, que además finalmente resultaron ser bromas (algo similar ocurrió ese mismo año en Alemania, donde sendos periódicos publicaron supuestas fotografías de alienígenas que se han reproducido hasta la saciedad en la literatura ufológica, pese a su falsedad). De hecho, las descripciones de supuestos tripulantes eran verdaderamente escasas apenas iniciada la historia del fenómeno, casi un año antes de la gran oleada francesa de Octubre de 1954 donde por fin echaron aparentemente “pie (o extremidad similar) a tierra” en numerosas ocasiones. Descartando casos aparecidos mucho después (como la archiconocida historia del escritor italiano de ciencia ficción R. L. Johannis que no salió a la luz hasta 1955), podemos mencionar dos tipologías principales: + Casos de seres provistos de escafandras y/o de aspecto humano, la mayoría con tintes contactistas: 23/07/1947 - Baurú (Brasil) – Testigo: J.C. Higgings. Julio 1947 – Valle de la Muerte, California (Estados Unidos) – Testigos: Buck Fitzgerald y Mase Garney. 18/03/1950 - Lago Argentino (Argentina) – Testigo: W. H. Arévalo. 24/04/1950 – Abbiate Guazzone (Italia) – Testigo: Bruno Facchini. 17/06/1950 – Hasselbach (Alemania) – Testigo: Oscar Linke. 02/07/1950 – Sawbill Bay, lago Superior (Canadá) – Testigos anónimos. Verano 1950 – cercanías de París (Francia) – Testigo anónimo. 24/07/1952 – Vico (Italia) – Testigo: C. Rossi. 31/07/1952 - glaciar Scerscen, Alpes (Italia) – Testigo: G. Monguzzi (fotos). 25/08/1952 – Pittsburgh, Kansas (Estados Unidos) – Testigo: W. Squyres. 15/08/1953 – Ciudad Valles (Méjico) – Testigo: Salvador Villanueva. + Casos de entidades gigantescas y terroríficas, como el recordado “monstruo de Flatwoods”, en Septiembre de 1952. Sin embargo, excepto este último caso y quizá las fotos de Monguzzi, es muy difícil que tales incidentes llegasen a oídos del autor de las frases que abren este artículo, en la España aislacionista de la época. El único incidente con el que si pudiera estar familiarizado nuestro protagonista, el valenciano Pascual Enguídanos Usach, ocurrió el primero de julio de 1953 en la cercana provincia de Cuenca, más exactamente en Villares del Saz. En palabras de Jacques Vallée: Según revelaba el periódico Ofensiva (Cuenca) los días 12, 16, 19 y 26 de julio de 1953, un pastorcillo analfabeto, Máximo Muñoz Hernández, de catorce años, vio “como un globo grande, de esos que tiran en las ferias”, en el suelo, detrás de él, cuando un débil silbido le llamó la atención. El objeto era metálico y parecía un huevo puesto de pie. Por una abertura salieron tres enanos de sesenta centímetros de estatura, cara amarilla, ojos estrechos y facciones orientales. Hablaban una lengua que el muchacho no entendió. Vestían “un traje muy majo, azul”, llevaban una especie de gorra “chata y con una pequeña visera por delante”, y en el brazo una chapa. Uno de ellos le dio una palmadita en la cara a Máximo, entraron después en la máquina, que relucía mucho, emitió un suave silbido y partió “igual que un cohete”. Se encontraron pisadas y cuatro agujeros que formaban un cuadrado perfecto. La Guardia Civil investigó el lugar del aterrizaje. Ningún parecido. No olvidemos un rápido repaso a las posibles influencias culturales, fundamentalmente cinematográficas. Aunque ese mismo año de 1953 se estrenaron en los Estados Unidos dos películas en color de gran interés ufológico, La guerra de los mundos de George Pal e Invasores de Marte de William Cameron, no aparecerían en las pantallas españolas hasta varios meses después. Sin embargo, como ha demostrado Martin Kottmeyer, el estereotipo del alienígena cabezón se remonta a principios del siglo XX, y tiene su origen en la literatura de ciencia ficción. Y es aquí, en este género literario, donde encontramos por fin el punto de confluencia. Pascual Enguídanos Usach, más conocido por su pseudónimo “George H. White”, ha sido calificado como “el hombre de reinventó la ciencia ficción en España”. En 1953, los dueños de la Editorial Valenciana cuya principal fuente de ingresos eran los tebeos, no se sentían muy atraídos por la literatura de ciencia ficción. Fue el propio Pascual (que ya escribía en la colección Comandos) el que propuso la creación de una colección dedicada a este género futurista. Quizá ante la aparición de una colección similar entre la competencia (Futuro, iniciativa también personal del catalán José Mallorquí) decidieron darle una oportunidad y le pidieron “una para probar”. Pascual se lanzó a escribir con tanta pasión que vio enseguida que allí había material para más de una novela, y así se hizo. De ese original salieron los dos primeros títulos de la serie Luchadores del espacio, dando inicio así a la conocida como Saga de los Aznar, una serie de treinta y tres novelas que se prolongó hasta 1958. Recordemos que también a finales de 1953 hizo su aparición en las ondas españolas, el serial de la Cadena SER, Diego Valor. Fueron un total de mil doscientos episodios en cuatro temporadas, que se emitían a las doce del mediodía, en su arranque, para continuar al poco a las siete y cuarto de la tarde. De la buena acogida de los oyentes es prueba el traspaso del personaje a otros medios. Sobre Diego Valor se hicieron tebeos, un efímero programa de televisión y tres temporadas de teatro. En 1974, la propia Editora Valenciana se decidió a reeditar la Saga. Enguídanos acometió la nada desdeñable tarea de corregir todas las novelas para adaptarlas a los nuevos tiempos, reestructurando y modificando sobre todo los primeros títulos. Además, para alegría de sus lectores, decide continuar las aventuras de los Aznar y su autoplaneta, con otras veinticinco novelas, hasta 1978, cuando la crisis del sector cercenó la serie en su mejor momento. Por su interés para nuestros propósitos, deben mencionarse también las sucesivas ediciones en tebeo de la Saga: Ya en 1959 apareció la edición, en el típico cuadernillo apaisado de la época, de una adaptación al cómic de parte de la Saga, con guión del propio Enguídanos y dibujos de Matías Alonso, bajo el título genérico HAZAÑAS DE LA JUVENTUD AUDAZ. Diez años más tarde, según Agustín Riera Torres, la Saga de los Aznar hizo su estreno internacional, en su versión de cómic, al ser publicada en Francia por la editorial Imperia bajo el título de LES AVENTURES D'ANGEL AZNAR. Aunque el guión era similar (pero no idéntico, al tratarse de una versión aligerada del anterior) al de la edición de 1959, el dibujante fue en esta ocasión Antonio Guerrero, que le dio un formato vertical de mayor tamaño más acorde con los utilizados entonces. La edición francesa tuvo varias reediciones, prolongándose hasta 1984. No acabarían aquí las incursiones internacionales de la obra de Enguídanos, ya que a principios de la década de los setenta el diario portugués O Seculo publicó en su suplemento juvenil Pim Pam Pum la traducción al portugués de la versión francesa, la cual apareció en los años 1972 y 1973 bajo el título de ANGEL AZNAR. Habría que esperar hasta 1978, extinguidas ya tanto la reedición de las novelas de la Saga de los Aznar como su correspondiente continuación, para que la Editorial Valenciana se planteara la edición en español de la versión gráfica bajo el titulo genérico de LUCHADORES DEL ESPACIO. LA SAGA DE LOS AZNAR. Las únicas diferencias existentes entre ésta y sus antecesoras, además lógicamente del idioma, fueron el recrecido de las viñetas, no siempre bien resuelto, y el espantoso coloreado de la edición española, rematándose la faena con una impresión más deficiente que la portuguesa, mucho mejor definida. Tan sólo dos años más tarde, en 1980, la Editorial Valenciana reeditó la versión de Matías Alonso cambiando el formato a vertical (aunque algo menor en tamaño que la de 1978) pero respetando el blanco y negro original, correspondiéndole en esta ocasión el nombre genérico de COLOSOS DEL CÓMIC. MIGUEL ÁNGEL AZNAR. El guión, además de estar aligerado con respecto a las novelas, cosa lógica dadas las limitaciones del medio, introduce un considerable número de modificaciones, la mayoría de ellas procedentes bien de otras novelas de Enguídanos, bien de partes de la Saga no recogidas en la obra. A nuestros efectos, el cambio principal se plasma en la intervención inicial de los alienígenas, pues pretenden provocar un conflicto nuclear, manteniéndose en la sombra mientras las dos superpotencias se destrozan mutuamente, para posteriormente conquistar sin grandes esfuerzos a la debilitada Tierra. Y ahora, en el siglo XXI, un grupo de aficionados y seguidores entusiastas, agrupados en torno a la editorial Silente (http://www.silente.net/), se han decidido a poner de nuevo al alcance de los interesados la Saga al completo, considerada actualmente como la gran serie de la ciencia ficción española y galardonada en la EUROCON de Bruselas (1978) como Mejor Serie Europea. Un total de veintitrés tomos, hasta la novela El refugio de los dioses, con la que acaba oficialmente. Hay previstos dos tomos extras, uno con dos obras de la Saga pero situadas fuera de la secuencia oficial y otro con dos novelas del mismo autor que presentan elementos del universo de los Aznar. Además, siguiendo una costumbre muy anglosajona, se ha creado la colección Nueva Generación, donde distintos autores españoles, buenos conocedores de la obra de White, se sumergen en su universo, para desarrollar nuevas historias ambientadas en el mismo. De momento, se han publicado once tomos más. Es importante señalar que el material reeditado corresponde a la versión autorizada por Enguídanos, es decir, la segunda, la publicada entre 1974 y 1978. En particular, los cuatro primeros títulos de la Saga en su primera edición no debieron ser del agrado de su autor, pues son los que más profundamente fueron alterados (hasta ser prácticamente escritos de nuevo). Afortunadamente, los textos publicados por Silente incluyen notas y comentarios de varios especialistas señalando los cambios fundamentales y que resultan de enorme utilidad para el análisis ufológico de los textos. Y no debemos olvidar las portadas de esta nueva edición, diseñadas por ordenador y pobladas de platillos y cigarros volantes. Pero volvamos al principio. Debo reconocer que, aplicando esas irremplazables herramientas tan utilizadas por algunos ufólogos y profesionales del esoterismo como son las citas fuera de contexto, he manipulado los datos para lograr así captar la atención del inocente lector. Aunque los rasgos seleccionados entre los descritos por White recuerdan a los modernos Grises, existen otros, también descritos por el autor, que derriban de un plumazo tal parecido. En concreto tres: A) “He establecido su estatura media en dos metros treinta centímetros”. Aunque en las taxonomías alienígenas de algunos ufólogos como Linda M. Howe se mencionan Grises altos, raramente alcanzan la estatura que White atribuyó a sus “thorbod” u “hombres grises”. Parece haber un cierto contrasentido entre una mente tan evolucionada y un cuerpo tan corpulento, pero quizá fuese una de las imposiciones del guión, pues a lo largo de la historia tienen lugar diversas peleas con los protagonistas humanos, y se hacía necesario una cierta envergadura atemorizante. Y también puede tratarse de un guiño a su autor anglosajón predilecto (cuya atracción plasma Enguídanos con muy poco disimulo al elegir su alter ego literario, George H. White), cuya obra primordial a nuestros efectos ha vuelto a ponerse de moda recientemente: “Una masa grisácea, del tamaño de un oso, se alzaba lenta y trabajosamente hacia fuera del cilindro”. B) “Otros órganos muy diferentes a los terrestres eran sus orejas. Estas arrancaban, aproximadamente, del mismo lugar que las de Miguel Ángel Aznar, pero su forma era puntiaguda y vistas de frente parecían a modo de dos palmitos estrechados progresivamente para acabar en punta. Además, eran movibles”. No, ciertamente los extraterrestres descritos en ufología carecen por lo general de grandes pabellones auriculares. Aunque la descripción de White más nos recuerda al posterior monstruo de la laguna Negra (La mujer y el monstruo – The creature from the Black Lagoon – Jack Arnold, 1954), el único ejemplo, también posterior, que podríamos señalar son los curiosos seres vistos en Kelly-Hopkinsville, Kentucky (EE.UU.), el 21 de agosto de 1955. C) “Donde Ángel y cualquiera de sus compañeros tenía la nariz, los fantásticos hombres grises tenían una trompa, extensible a voluntad, que se balanceaba al andar sobre una boca situada inmediatamente debajo”. El golpe definitivo. Aunque ciertamente se han descrito seres con grandes narices (recordemos, por ejemplo, que Betty Hill comparó el apéndice nasal de sus secuestradores con la enorme nariz del actor Jimmy Durante) ningún testigo se ha atrevido jamás a mencionar tales probóscides. Bueno, una vez clarificada la situación, todavía resulta interesante analizar los aspectos más ufológicos de esta extensa obra, para reconocer la retroalimentación cultural existente entre los dos ámbitos. Concretamente, comentaremos a continuación los siguientes volúmenes: + Tomo 1º: Los Hombres de Venus – El planeta misterioso – Cerebros electrónicos. (Diciembre 1953-Enero 1954) La portada es ciertamente anacrónica, con sus platillos a lo Billy Meier, persiguiendo un reactor comercial de los años ochenta, cuando la novela se remonta a principios de la década de los cincuenta. White nos presenta las aventuras de los miembros de la Astral Information Office, organismo de la O.N.U. encargado de investigar cualquier posible acto hostil procedente del espacio. Como escribe el comentarista de este volumen, años después la realidad imitaría a la ficción, cuando en 1977, sir Eric Gairy, primer ministro de la isla caribeña de Granada, pidiese formalmente ante la O.N.U. la investigación del fenómeno. Al tópico equipo formado por un sabio despistado de avanzada edad (al que hoy llamaríamos ufólogo) y la inevitable secretaria de buen ver, se une, por una de esas casualidades que sólo ocurren en las novelas, un piloto español (nacionalizado estadounidense) Miguel Ángel Aznar de Soto, quien al principio choca con el resto del peculiar equipo. Viajan al Tibet atraídos por unas extrañas noticias y allí descubrirán por primera vez la existencia de los “hombres grises”, los tripulantes de esos platillos volantes cada vez más frecuentes en los cielos y que, como no podía ser de otra manera, pretenden apoderarse de nuestro mundo. A lo largo de la Saga surgirán muchas otras razas alienígenas, pero una y otra vez el enfrentamiento motor de la serie a lo largo de los milenios será la sempiterna lucha contra los “thorbod”. En esta primera novela juega un papel clave la posibilidad del “trasplante de cerebros”, idea que obsesionaba por alguna razón al autor (reaparece en otras novelas), pero que simplificaría en gran medida al reescribir la serie a mediados de los años setenta. Una pena, porque también es una idea que parece perseguir a algunos abducidos, asimismo de la primera época, como Sandra Larson. La acción de la segunda novela del tomo arranca un año después. Sin prueba alguna que sostenga sus historias, los componentes de la expedición han caído en el más espantoso descrédito... como tantos ufólogos Sin embargo, ellos tendrán más suerte (después de todo estamos en la ficción), un millonario inventor está dispuesto a creerles, y les proporciona la forma de llegar a Venus: el Lanza P-50. Durante la visita a un Venus prehistórico (como corresponde a la convenciones literarias de la época), los protagonistas se tropiezan con nuevas razas alienígenas, como la de los “hombres-planta”, descubriendo que los “hombres grises” provienen realmente de más allá del sistema solar (comienza a expandirse el ámbito de la historia). La hipotética fuente de inspiración para esa raza venusina basada en la clorofila, sería el piloto, híbrido humanoide y vegetal, descongelado en el Ártico por unos científicos que descubrieron su platillo estrellado en El enigma de otro mundo (1951), aunque desconozco si ya se habría proyectado en nuestro país. El propio Enguídanos (como se explica en las notas), menciona a este respecto las teorías del astrónomo inglés Kenneth Heuer, y su libro Men of Other Planets (1951), con notables influencias de Flammarion. Cierto que no parece existir una versión española de esa obra, pero sus teorías pudieron haber sido difundidas en nuestro país a través de la revista Selecciones del Reader’s Digest, muy dada a este tipo de divulgación científica especulativa. En la segunda parte de la Saga, escrita a mediados de los años setenta, White retoma esa idea, potenciando los rasgos vegetales de los propios “thorbod” y su carencia de sentimientos. Una de las características de George H. White como escritor es que no le gustaba ser previsible, así que en la tercera entrega cambia totalmente de registro y nos presenta a nuestros protagonistas naufragando en un planeta errante llegado a nuestro sistema solar (a imitación de Flash Gordon). El extraño planeta resulta estar habitado por robots (humanoides en la primera versión, con una rueda ventral como medio de locomoción en la edición canónica), administradores de la única tecnología capaz de permitir a la Tierra enfrentarse a los platillos volantes: el autoplaneta Rayo, construido con dedona, un metal superdenso pero que bajo inducción eléctrica repele la gravedad. Si consideramos que el autoplaneta tenía 113.097.600 toneladas de desplazamiento y forma de esfera con un anillo exterior central, se trataría de una verdadera “nave nodriza”. Añadamos a ello las teorías de los franceses Plantier y Jean-Pierre Petit sobre el sistema propulsor de los platillos volantes (o las mas modernas de Robert Lazar sobre el elemento 115), y los paralelismos resultan muy sugerentes. Una de las características novedosas de la colección Luchadores, fue el hecho de que las novelas solían encadenarse formando series, jugando con el viejo truco de dejar al lector en ascuas al final de cada volumen quincenal. Concluida la primera entrega con éxito de lectores, Enguídanos decide embarcarse en serio en toda una Saga galáctica, trascendiendo tanto las ataduras del espacio (el Sistema Solar, topos casi exclusivo de la ciencia ficción española de la época) como del tiempo (trasladándose ya sin reparos a un futuro no identificable con la Tierra de los años cincuenta), y empezando a jugar con uno de los rasgos característicos de la llamada space opera, las cifras astronómicas de buques de combate enfrentados en apocalípticas batallas. Pero antes, un segundo ciclo de tres novelas, para liquidar temporalmente los flecos pendientes. + Tomo 2º: La horda amarilla – Policía sideral – La abominable bestia gris. (Febrero-Mayo 1954) La portada nos muestra al autoplaneta Rayo, del que despegan varios de los platillos volantes en él embarcados. Y en primer plano una de las llamadas “zapatillas volantes”, vehículos de vigilancia. Los editores han sabido conservar el estilo del autor, cuyos arcaísmos (como llamar “planetillo” a lo que nosotros hemos denominado “autoplaneta”) hacer aflorar nuestros recuerdos de ingenuidad juvenil. Aparte de la portada, las referencias ufológicas son escasas. Vueltos nuestros protagonistas a la Tierra tras un viaje relativista de quinientos años, nos encontramos ante una primera novela en torno al tópico del “peligro amarillo”, que aprovecha el autor para describir una sociedad utópica de rasgos socialistas aunque por imperativo de la época, cristiana y donde España es una de las principales superpotencias. Hasta aquí, la estructura narrativa es muy común a otras series y autores de la época, pero empiezan ya a dibujarse los elementos definitorios (tecnología, personajes, mundos) de la futura Saga. Quizá uno de las más chocantes para el momento en que fueron escritas es la incorporación de la mujer al ejército y los puestos de responsabilidad en general. La segunda novela retoma el enfrentamiento con los “thorbod”, expulsados de Venus y que se han refugiado en Marte, donde vuelven a rearmarse. El oportuno hallazgo de un asteroide de dedona (en torno a cuya conquista girará la historia) permitirá la expansión de la flota espacial terrestre y permite al autor dibujar las primeras grandes batallas espaciales de la Saga. En la tercera entrega culmina el enfrentamiento con un resultado inesperado: vencen los “hombres grises” y Miguel Ángel Aznar se ve obligado a emprender el camino del exilio fuera del sistema solar junto a un pequeño grupo de supervivientes a bordo de su autoplaneta Rayo. Este exilio se prolongará durante miles de años y un buen montón de novelas. + Tomo 16º: Viajeros en el tiempo – Vinieron del futuro. (Octubre-Noviembre 1975) Por primera vez en la Saga aparece el tema de los viajes por el tiempo, y ello da pie a una portada claramente ufológica, donde una escuadrilla de aviones norteamericanos a hélice de la Segunda Guerra Mundial persigue a un enorme cigarro volador de color amarillo. Curiosamente, se trata de la única vez en que este afamado tópico de la ciencia ficción (nacido también de la pluma del maestro H. G. Wells) es tratado en las 263 novelas de la colección Luchadores del espacio Nos encontramos ya en 1975, en la segunda parte de la Saga. Enguídanos, que empezó como escritor de novelas bélicas, puede ahora escribir con mayor libertad creativa y puede así presentarnos un alegato antibelicista crudo y sincero, sobre el trasfondo del bombardeo aliado de Dresde; un radical cambio de escenario respecto de las rutilantes salas de control de los cruceros espaciales habituales en una space opera. Otro elemento nuevo lo constituye Fidel Aznar, uno de los hijos del ya superalmirante Miguel Ángel Aznar, pero que en una línea que nos recuerda al señor Spock de Star Trek, resulta ser un híbrido poseedor de poderes psíquicos inimaginables y depositario de los últimos secretos tecnológicos de una extinta raza alienígena. Se nos revelan aquí las nuevas lecturas del autor (que hace expresa referencia al libro de Leo Talamonti, Universo prohibido, muy popular en aquellos años de la transición). De hecho, como se señala en las notas, White demuestra a lo largo de la segunda parte de la Saga estar también muy influido por las teorías del suizo Erich von Däniken, llegando a dar su apellido a uno de los personajes de esta novela doble. Asimismo, los simples viajes relativistas se le han quedado pequeños y, más familiarizado con las convenciones de la ciencia ficción anglosajona, White pone en juego el viejo invento del “hiperespacio”. Con más paralelismos ufológicos, especialmente con algunas de las historias de abducción que empezaban a proliferar aquellos años, tenemos la idea de las Karendon, una especie de duplicadores de materia que permiten verter todas las características de un ser humano en unos dos metros de cinta aúrea perforada (recordemos que así era –salvo que en barato papel amarillo- como se hacían las copias de seguridad en los ordenadores de mediados de los setenta) y reproducirlas a voluntad, cualquiera que sea el tiempo transcurrido. La idea de los dobles humanos realizados por alienígenas es mencionada por diversos abducidos en aquellos años (recordemos los casos de los españoles Miguel Herrero Sierra, Julio García Moratinos, o Xavier C.; los brasileños D.M.S. Onilson Patero y Antonio Ferreira; o el contactado francés Räel).Y cómo olvidar La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956). Naturalmente, la idea de que los platillos volantes fueran un arma secreta de los nazis o, como mínimo, la posibilidad de que éstos pudieran haber puesto sus manos en algún platillo estrellado, han sido defendidas por algunos ufólogos con mayor o menor credibilidad. Sin olvidar, en la ficción, la conocida pentalogía de W.A. Harbinson, de la que sólo se ha publicado en España la primera entrega (Genesis, Inception, Phoenix, Millennium, y Resurrection) + Tomo 18º: ¡Antimateria! – La otra Tierra (Marzo-Junio 1976) Durante toda la segunda parte de la Saga, White intenta romper los límites en que se movió la primera, como bien explica el comentarista de este volumen. La época impone abrir nuevos horizontes, y el autor se decide a hacerlo apelando a la antimateria, todo un universo de antimateria adonde llegará el autoplaneta Valera, en otro de sus viajes de exploración. Se trata además de una novela “de ideas” en el más puro estilo norteamericano, la única que White escribió, abandonando un poco el juego argumental o de personajes para presentar una idea sorprendente que, una vez pasada la sorpresa inicial sigue un desarrollo tópico. En este caso concreto el problema que se plantea es salvar a toda una civilización planetaria con la que no se puede entrar en contacto físico por el riesgo de aniquilación mutua. Cuando George H. White acometió la tarea de rescribir y continuar la Saga de los Aznar en el periodo 1974/1978, lo hizo sabiendo algo que desconocía en 1953/58: que aquella serie sería su obra definitiva y que se le recordaría por ella. Eso le llevó a usar en su concepción elementos extraídos de otras novelas suyas, ajenas al ciclo. Tomo la idea principal para La otra Tierra de una novela que había publicado con el número 69 de la colección Luchadores, titulada Llegó de lejos: un extraterrestre ha llegado a nuestro planeta para entrevistarse con los líderes de la ONU -idea a su vez claramente inspirada en la película Ultimatum a la Tierra (Robert Wise, 1951), a la que tanto debe la ufología moderna-. Pero Fidel Aznar se encuentra a bordo del autoplaneta Valera, a millares de años en el futuro y años-luz en la distancia. White soluciona el aprieto apelando a otro viejo recurso de la ciencia ficción, la “contra-Tierra”. Resulta oportuno recordar aquí que pocos años antes, en marzo de 1972, J. Ministral publicaba en Bruguera Tierra-Dos: una novela que puede dar la clave de un enigma que apasiona el mundo (los OVNIs), donde empleaba una hipótesis similar, la de un planeta gemelo al nuestro justo al otro lado del Sol en nuestra misma órbita. Pero White va un paso más allá, y lo convierte en un planeta de antimateria, idéntico en su evolución e historia al nuestro de finales del siglo XX, pero con la salvedad de que en él Cervantes nunca existió y El Quijote se quedó sin escribir. En realidad, se trata de otro viaje en el tiempo, disfrazado. Esta idea del extraterrestre bondadoso que llega a nuestro planeta en son de paz ha dado mucho juego. Basta recordar unos pocos títulos de películas: Ultimatum a la Tierra (Robert Wise, 1951), The man who fell to Earth (Nicholas Roeg, 1976), E.T., el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982), Starman (John Carpenter, 1984), o K-Pax (Iaian Softley, 2001). Y las sensacionalistas historias por capítulos que escribirá la periodista que lo refugia, nos recuerdan las portadas del National Inquirer, que tanta fama y prestigio han dado a algunos ufólogos (y que evoca la portada de este volumen). +Tomo 21º: El retorno de los dioses – La Tierra después. (Enero-Julio 1977) Autores como Wiktor Stoczkowski han demostrado los antecedentes ocultistas y esotéricos de la ufología. Sin embargo, queda pendiente analizar la influencia que pueden haber tenido como nexo de unión entre ambos mundos los autores de ciencia ficción. Ya hemos mencionado al italiano Johannis, pero recordemos que en España, diversos ufólogos o aficionados al tema han plasmado sus ideas sobre los platillos volantes en obras de ciencia ficción. El caso más claro es el de Antonio Ribera, pero hay más: Juan Atienza, Federico García Llauradó, Marius Lleget, o Francisco Lecazno, entre otros muchos. Un claro ejemplo sería la primera novela del volumen, la única de interés ufológico. La misma se inicia nuevamente con una retirada estratégica, ante la superior potencia de fuego de los reaparecidos “hombres grises”. Los Aznar deciden volver a la Tierra, pero cuando llegan a ésta se llevan la desagradable sorpresa de que han viajado millones de años hacia el pasado, y ni siquiera la distribución de los continentes es la misma. En otras palabras, se trata de una exposición de White (adaptada a su propio Universo) sobre las teorías de Erich von Däniken sobre “astronautas en la Antigüedad”. En este caso, esos astronautas serían los propios españoles del futuro lejano (aunque aún antes se habrían presentado en nuestro planeta otra raza alienígena para hacer evolucionar al hombre) que apenas llegan a tiempo para ver la destrucción del continente de “Mu” por un asteroide, y ayudar a la construcción del “Arca de Noé”. +++++ Hasta aquí la apresurada revisión de los aspectos más ufológicos de la principal saga de la ciencia ficción española. Creo que ha perecido la pena resaltarlos porque, como escribe Vázquez de Parga: “Los Aznar, aquellos Aznar, no hicieron sino españolizar también la ciencia ficción popular como lo había hecho Diego Valor en los seriales radiofónicos y en los tebeos”. Y quizá también, de pasada, el fenómeno de los platillos volantes y sus ocupantes. BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA: La ciencia ficción española, autores diversos, Ediciones Robel, Madrid, 2002. Luchadores del espacio: una colección mítica de la c.f. española, José Carlos Canalda, Río Henares, Madrid, 2001. Héroes y enamoradas: la novela popular española, Salvador Vázquez de Parga, Glénat, Barcelona, 2000. |
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